Se sigue reuniendo más de 50 años después de vivir en comunidad en el predio de nuestra antigua sede.
Cada generación de estudiantes en Facultad de Veterinaria está marcada por una conjunción particular de personas y circunstancias que son únicas e irrepetibles. La generación de 1972 o «Generación de la Comunidad de los Bulines», como le llamamos para contar esta historia, se formó profesionalmente en la antigua sede del Buceo cuando estudiar era un lujo y se reservaba solo para un pequeño grupo privilegiado o para quienes, con gran esfuerzo, enviaban a sus hijos e hijas a la Universidad buscando un futuro esperanzador, según relató el Dr. Ariel Saez a la Secretaría de Egresados/as.
En todas las generaciones de Veterinaria encontramos estudiantes de distintas partes del país y de diferentes contextos socioeconómicos, y la generación del ’72 no fue la excepción. Sin embargo, hay un hecho que la caracteriza: más de 50 años después de su paso por la Facultad, se sigue reuniendo para compartir las experiencias que les dejó la vida en los bulines fabricados en el predio de la Facultad.
Los bulines eran viviendas precarias construidas por estudiantes que enfrentaban dificultades para residir cerca de la Facultad y asistir a clases en una época donde tomarlas online no era una opción. «Íbamos a buscar bloques con una carretilla prestada, juntábamos donaciones e implementos que pudieran servir para nuestras construcciones y las llenábamos con todo lo que nos parecía útil», cuenta el Dr. Saez.
La modalidad surgió en la década de 1950 y aunque era primeramente una solución de vivienda para quienes provenían del interior, su popularidad fue tal que incluso estudiantes de Montevideo usaban los bulines porque era su sello, su creación.
En esta época, se estudiaba con los libros que tenía la biblioteca y era frecuente que solo existiera un ejemplar de cada título. «De pronto sentíamos gritar desde otro bulín: “¿Alguien tiene el Merck?” Compartíamos apuntes, cartas, de todo», recuerda el Dr. Saez.
Se llegaron a formar «barrios de bulines» según afinidades políticas, lugar de origen o intereses deportivos. Durante la noche, se juntaban varios «barrios» y facultades a guitarrear y cantar canciones del momento. En un Uruguay que estaba a punto de transitar una dictadura cívico-militar, la camaradería soslayaba las diferentes opiniones y hasta participaban referentes de la política que pasaban largas horas conversando en los bulines de Veterinaria.
La sumatoria de la época histórica que vivió la generación del ’72 y el sentido de pertenencia cimentado principalmente a partir de la vida en comunidad en los bulines estudiantiles, impactaron significativamente en su unión. Aunque algunas de las personas que integraban el grupo ya no están, año tras año, parte de la «Generación de la Comunidad de los Bulines» se reúne a comer un asado, brindarse apoyo y reírse de las anécdotas que les dejó su propia historia.
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